Doce años... en realidad son muchos más. Hugo Chávez comenzó a gravitar sobre la escena política del país desde 1992, hace 18 años. Si usted tenía 5 años de edad, hoy tiene 23; si tenía 15, hoy tiene 33; si estaba grandecito de, digamos, 48, entonces ahora tiene 66 años.
Es toda una época en la que el golpista de 1992 se transformó en el victorioso político de 1998, para convertirse más adelante en el controvertido revolucionario de los 2000. Es un tiempo en el cual un personaje venido de la ambición, la venganza o la reivindicación -según se le mire- ha poblado el paisaje político. Se le puede considerar en cualquier lugar de la escala valorativa, pero ha sido un producto de los venezolanos, de sus insatisfacciones y deseos.
Del Militar al Revolucionario
No es el mismo de 1992 ni de 1999. Esencialmente es un personaje que le agarró la caída a la sociedad, a los pobres y a los ricos. Claro, no a todos; pero sí a suficientes como para confirmar la teoría. Tomó el control del Estado porque las élites venezolanas que lo reconocieron, agradaron, consintieron, mimaron, apoyaron y promovieron, se lo permitieron. Una vez que logró ponerle la mano a los poderes públicos en el primer lustro de la década que ahora culmina, se convirtió en el dios del petróleo. En el período democrático los presidentes tenían que pasar por alcabalas para emplear los recursos, pero en la era bolivariana eso se acabó.
La maldición y dicha del siglo XX venezolano, el petróleo, se convirtió en manos del Comandante en el "ábrete sésamo" de una historia cuyo fin es imprevisible.
Fases Bolivarianas
Desde 1999 Chávez busca tomar el control total del Estado. Una a una, como barajitas, cayeron las instituciones; el viejo Congreso capituló, la Corte Suprema también, los partidos hoy de oposición aprobaban candidatos y medidas propuestos por el oficialismo. Los instrumentos claves fueron la Asamblea Constituyente, luego el Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal Supremo. El primero le dio el arranque, el segundo lo ha mantenido con velocidad de crucero en esta docena de años y el tercero ha revestido la autocracia de precaria legitimidad.
Más adelante, desde 2002 pasó al control pleno de los mandos en tres instituciones esenciales: Pdvsa, la Fuerza Armada y el Banco Central (BCV). Con una financia, con la otra reprime y con la última imprime dinero cuando la primera está exhausta.
Luego fue la toma de gobernaciones y alcaldías. Varias las ha logrado a través de elecciones, unas legítimas y otras fraudulentas, pero allí la resistencia continuó. En los estados más poblados y en Caracas no ha podido a través del voto, por esta razón la mano de hierro se reviste de leyes y decretos destinados a vaciar de contenido su autonomía.
La reciente fase ha sido la del intento de controlar la sociedad civil. Al no poder someter las organizaciones empresariales y sindicales ha procedido a crear estructuras paralelas. Igualmente la voluntad autoritaria ataca la educación estatal y no estatal, los medios de comunicación, iglesias -en particular la Católica-, las instituciones culturales que eran emblema de amplitud, y en tiempos más recientes, internet.
A pesar de todo...
Ese panorama llevaría a pensar que en nombre de la necesidad de aplastar a los ricos, al imperialismo, a las oligarquías, la concentración de poder se ha hecho tan masiva que el dominio de Hugo Chávez sobre el país carecería de contestación. Lo cierto es que ese control tiene fisuras importantes, algunas colosales.
La situación económica está sostenida por el petróleo cuyo precio, hacia arriba o hacia abajo, depende de factores fuera del manejo doméstico. A pesar de ese fuelle, la estructura de la economía se ha hecho incoherente. El Estado se encuentra explayado sobre la sociedad, la iniciativa privada coaccionada y muchas propiedades confiscadas, con elevada inflación, tipo de cambio distorsionado, deuda inmensa. El petróleo atenúa y demora las aristas más agudas de la situación, pero no las resuelve.
En el plano social, el descontento es masivo. No siempre se traduce en deseos de cambiar a Chávez pero cada vez se expresa en demandas crecientes sobre el Estado, progresivamente inmanejables. En el área política, la dimensión autoritaria del régimen hace que sus contradicciones no puedan procesarse sino a través de la obediencia sin remilgo o los castigos disciplinarios, germen de mayor descontento. El telón de fondo es el incontenible manantial de desestabilización representado por la protesta antigubernamental, cívico-militar, que a través de distintas vías y canales, públicos o discretos, se manifiesta.
Estos factores cuestionan el poder total que ejerce Chávez. El año que viene, 2012, están fijadas las elecciones y para entonces tendría casi 14 años en el poder. La sociedad -lo que incluye a sus partidarios- pareciera fatigada de su presencia, pero si no ve alternativa sólida podría preferirlo, a menos que ocurra lo improbable que, en los tiempos de cólera, es lo que tiene más posibilidades.
El Universal
Del Militar al Revolucionario
No es el mismo de 1992 ni de 1999. Esencialmente es un personaje que le agarró la caída a la sociedad, a los pobres y a los ricos. Claro, no a todos; pero sí a suficientes como para confirmar la teoría. Tomó el control del Estado porque las élites venezolanas que lo reconocieron, agradaron, consintieron, mimaron, apoyaron y promovieron, se lo permitieron. Una vez que logró ponerle la mano a los poderes públicos en el primer lustro de la década que ahora culmina, se convirtió en el dios del petróleo. En el período democrático los presidentes tenían que pasar por alcabalas para emplear los recursos, pero en la era bolivariana eso se acabó.
La maldición y dicha del siglo XX venezolano, el petróleo, se convirtió en manos del Comandante en el "ábrete sésamo" de una historia cuyo fin es imprevisible.
Fases Bolivarianas
Desde 1999 Chávez busca tomar el control total del Estado. Una a una, como barajitas, cayeron las instituciones; el viejo Congreso capituló, la Corte Suprema también, los partidos hoy de oposición aprobaban candidatos y medidas propuestos por el oficialismo. Los instrumentos claves fueron la Asamblea Constituyente, luego el Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal Supremo. El primero le dio el arranque, el segundo lo ha mantenido con velocidad de crucero en esta docena de años y el tercero ha revestido la autocracia de precaria legitimidad.
Más adelante, desde 2002 pasó al control pleno de los mandos en tres instituciones esenciales: Pdvsa, la Fuerza Armada y el Banco Central (BCV). Con una financia, con la otra reprime y con la última imprime dinero cuando la primera está exhausta.
Luego fue la toma de gobernaciones y alcaldías. Varias las ha logrado a través de elecciones, unas legítimas y otras fraudulentas, pero allí la resistencia continuó. En los estados más poblados y en Caracas no ha podido a través del voto, por esta razón la mano de hierro se reviste de leyes y decretos destinados a vaciar de contenido su autonomía.
La reciente fase ha sido la del intento de controlar la sociedad civil. Al no poder someter las organizaciones empresariales y sindicales ha procedido a crear estructuras paralelas. Igualmente la voluntad autoritaria ataca la educación estatal y no estatal, los medios de comunicación, iglesias -en particular la Católica-, las instituciones culturales que eran emblema de amplitud, y en tiempos más recientes, internet.
A pesar de todo...
Ese panorama llevaría a pensar que en nombre de la necesidad de aplastar a los ricos, al imperialismo, a las oligarquías, la concentración de poder se ha hecho tan masiva que el dominio de Hugo Chávez sobre el país carecería de contestación. Lo cierto es que ese control tiene fisuras importantes, algunas colosales.
La situación económica está sostenida por el petróleo cuyo precio, hacia arriba o hacia abajo, depende de factores fuera del manejo doméstico. A pesar de ese fuelle, la estructura de la economía se ha hecho incoherente. El Estado se encuentra explayado sobre la sociedad, la iniciativa privada coaccionada y muchas propiedades confiscadas, con elevada inflación, tipo de cambio distorsionado, deuda inmensa. El petróleo atenúa y demora las aristas más agudas de la situación, pero no las resuelve.
En el plano social, el descontento es masivo. No siempre se traduce en deseos de cambiar a Chávez pero cada vez se expresa en demandas crecientes sobre el Estado, progresivamente inmanejables. En el área política, la dimensión autoritaria del régimen hace que sus contradicciones no puedan procesarse sino a través de la obediencia sin remilgo o los castigos disciplinarios, germen de mayor descontento. El telón de fondo es el incontenible manantial de desestabilización representado por la protesta antigubernamental, cívico-militar, que a través de distintas vías y canales, públicos o discretos, se manifiesta.
Estos factores cuestionan el poder total que ejerce Chávez. El año que viene, 2012, están fijadas las elecciones y para entonces tendría casi 14 años en el poder. La sociedad -lo que incluye a sus partidarios- pareciera fatigada de su presencia, pero si no ve alternativa sólida podría preferirlo, a menos que ocurra lo improbable que, en los tiempos de cólera, es lo que tiene más posibilidades.
El Universal
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