Ayer la Asamblea General de Naciones Unidas volvió a llover sobre mojado y declaró en contra del embargo que el Gobierno de Estados Unidos le impuso a Cuba en los años sesenta cuando estaba en vigencia la Guerra Fría. La resolución presentada por el Gobierno de La Habana logró conquistar 186 votos y enfrentó 2 en contra, 3 abstenciones y 2 ausencias: Libia y Suecia.
No se trata de nada nuevo, como no sea el hecho de que la propaganda cubana haya convencido a tantos países de que el embargo es la causa de todos los males que se abaten sobre Cuba y no su sistema comunista, que ha conducido a la ruina a un país que siempre tuvo un gran potencial para desarrollarse, y que perdió el tren de la historia por los absurdos caprichos y locuras de Fidel Castro.
Llama la atención el cinismo del canciller cubano, Bruno Rodríguez, que en su discurso ante la ONU pidió "el apoyo más categórico y abrumador" y señaló "el aislamiento incómodo del país agresor y la resistencia heroica de un pueblo negado a ceder sus derechos soberanos". Tamaña mentira merece ser refutada.
En primer lugar, se nota que el canciller isleño no ha leído los discursos del presidente Raúl Castro en los cuales no sólo le quitó vigencia al embargo como indicador de las miserables condiciones de vida de los cubanos que no pertenecen a la alta burocracia, sino que se permitió hacer chistes sobre la capacidad de los funcionarios para achacarle sus errores e incumplimientos de los planes oficiales al fulano bloqueo estadounidense.
El canciller Bruno Rodríguez afirmó, según la AP, que "las sanciones económicas le han costado unos 975.000 millones de dólares a la isla en los últimos 50 años". Pero no dijo cuántas vidas y cuántos años de futuro han perdido los cubanos por no acceder a lo que la comunidad internacional les ha pedido reiteradamente y que no constituyen una violación a su soberanía: respeto a los derechos humanos, apertura democrática, pluralidad política y libertad de prensa y expresión. Cuba no ha cedido un milímetro en este campo.
Valdría la pena preguntarse por qué la isla está en condiciones tan precarias a pesar de haber sido subvencionada millonariamente por la Unión Soviética, que le compraba el azúcar a precios superiores a los del mercado internacional, al igual que en los años cincuenta hacía el gobierno estadounidense.
No olvidemos que Carlos Andrés Pérez, cuando se derrumbó la URSS, envió toneladas de pollos congelados para que no se murieran de hambre. Luego llegaron los españoles que le inyectaron millones de dólares al turismo y construyeron hoteles. Hoy, Estados Unidos es el quinto socio comercial de Cuba y le vende 60% de los alimentos de consumo popular.
El verdadero embargo es, como dice Yoanni Sánchez, el que se ejerce contra los cubanos que no pueden comer bien, están impedidos de viajar al exterior y no tienen acceso a Internet ni a las comunicaciones internacionales. Un embargo de libertad.
El Nacional
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