Bueno, me corrijo, la OEA no está del todo escondida: una declaración oficial de la OEA con fecha 9 de noviembre nos informó que el Consejo Permanente de la organización de 34 naciones con sede en Washington está inmerso en una sesión especial con el propósito de resolver el ``desacuerdo'' entre Nicaragua y Costa Rica.
El comunicado se refiere a la guerra de palabras de ambos países provocado en parte por un error de los mapas de Google en la demarcación de su frontera común. Hasta ahora, que sepamos, no se ha disparado ni un solo tiro en la disputa.
Mientras tanto, hay varios otros acontecimientos en la región que muchos argumentan son tanto o más dramáticos.
A principios de esta semana, el general Henry Rangel Silva, jefe del Comando Estratégico de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana de Venezuela, declaró al diario caraqueño Ultimas Noticias que ``un hipotético gobierno de la oposición a partir del 2012 sería vender el país, eso no lo va a aceptar la Fuerza Armada Nacional y el pueblo menos''.
Días antes, Chávez, cuya popularidad está en declive y quien ganó menos votos que la oposición en las recientes elecciones legislativas de Venezuela, había advertido que si en el 2012 gana un candidato presidencial de la oposición, habrá una ``revolución violenta'' en Venezuela. Los líderes de la oposición denunciaron las declaraciones de Chávez y Rangel Silva como inconstitucionales, y como preanuncios de un autogolpe.
En México, siguieron las muertes provocadas por las guerras del narcotráfico, que ya han dejado unas 30,000 muertes en los últimos cuatro años. Muchas figuras públicas, incluyendo a los ex presidentes Vicente Fox y Ernesto Zedillo, están pidiendo que se haga una revisión de las estrategias regionales antidroga.
En Haití, ya azotado por un reciente terremoto, casi 600 personas han muerto y 9,123 han sido hospitalizadas en los últimos días a consecuencia de una epidemia de cólera. Se prevé que el número de muertos seguirá en aumento. "He estado observando a la OEA durante medio siglo, y la organización ha tenido momentos de gran relevancia y momentos de total bobería. Este es sin dudas uno de estos últimos'', dice Henry Raymont, ex corresponsal de The New York Times en Latinoamérica y autor del libro Vecinos en Conflicto, sobre las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica.
¿Dónde está la OEA?, le pregunté al secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, en una entrevista antes de cerrar esta columna.
Para su crédito, tras afirmar que la OEA está muy activa en Haití y en todos lados, Insulza no se quedó callado respecto de la amenaza del alto militar venezolano. Refiriéndose a las declaraciones del general Rangel Silva, Insulza me dijo que ``el hecho de que un comandante del ejército amenace con una insubordinación a priori me parece inaceptable. Correspondería a la autoridad civil que hoy día hay en Venezuela corregir eso''.
Insulza agregó que ``yo acabo de denunciar un intento de golpe de estado en Ecuador porque un cuerpo armado se levantó contra la autoridad civil democrática. Por lo tanto no puedo ser incoherente y quedarme callado cuando otro cuerpo armado amenaza con insubordinarse contra una hipotética autoridad civil futura''. Cuando le pregunté a Insulza qué hará la OEA al respecto, dijo que la OEA no puede hacer mucho a menos que uno de sus países miembros así lo solicite. ``Espero que algún país plantee el tema en el Consejo Permanente'' de la OEA, dijo.
Mi opinión: Esta vez, Insulza está en lo cierto. Hasta el momento de escribir estas líneas, ningún país ha salido a hablar de la amenaza militar de un auto-golpe en Venezuela. El Salvador, que preside el Consejo Permanente, y los países más grandes de la región, siguen haciéndose los distraídos en cuanto a su compromiso de defender colectivamente la democracia en la región.
Y, para ser justos, la OEA no es el único grupo regional que hace la vista gorda con respecto a los mayores problemas latinoamericanos. La Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR, es aún más inexistente que la OEA. Sus frecuentes cumbres regionales suelen no ser más que turismo político.
Si los países miembros de la OEA no denuncian la amenaza militar venezolana, todas sus grandilocuentes declaraciones a favor del multilateralismo y la defensa de la democracia seguirán sonando como un chiste.
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