Catapultado a la fama por un incontenible ataque de risas que vieron espectadores de habla hispana de CNN, Andrés Izarra emblematiza dos debilidades de la revolución chavista: la inmadurez de sus funcionarios y el desdén ante el tema de la inseguridad
Bien arreglado. La mirada fija. El semblante del joven de quien se espera un futuro promisor. Andrés Izarra parece haber echado por la borda la imagen que de él pudieron forjarse precipitadamente en el escrupuloso mundillo de la televisión, un terreno que no escapa a las revoluciones ni a los gobiernos tranquilos.
El presidente de Telesur, el antiguo director de Conatel y otrora ministro de Información que alguna vez asomó la tesis de la hegemonía comunicacional y soñó con todos los aparatos de radio y de televisión irradiando la imagen del líder único las veinticuatro horas del día, acaba de conocer su hora menguada.
Un inesperado ataque de risas que presenciaron millones de televidentes hispanos conectados a CNN fue su perdición. Pero ¿de dónde viene este funcionario que acaba de abrirle un enorme boquete a la imagen de la revolución bolivariana?
Para comenzar: Andrés Izarra no es periodista y nunca se propuso serlo. Si bien ejerció como tal en Europa cuando un paro universitario lo obligó a detener sus estudios de Economía en la UCV.
El hijo del coronel William Izarra y de Viviana García jamás obtuvo el título de Comunicador Social. Lo bueno, según su excompañero de trabajo en RCTV David Pérez Hansen, es que jamás se avergonzó de reconocerlo. Su formación periodística la labró en el imperio, y aunque pueda causar escozor a los oficialistas, es indudable que ese aprendizaje ha sido de mucha utilidad para el gobierno.
Gracias entonces a CNN que se convirtió en su escuela de periodismo, donde compartió con estrellas como Jorge Gestoso y Patricia Janiot. Ahora, claro está, cuestiona al canal que lo formó y lo acusa de hacer “pornografía periodística” al transmitir el documental Los guardianes de Chávez.
Esta acusación salida de boca del antiguo productor de El Observador causa suspicacia entre sus ex colegas de RCTV, quienes recuerdan que Izarra tenía en su escritorio de Bárcenas una botellita que decía “veneno”, porque para él esa era la clave del éxito televisivo: “que el noticiero mostrase más sangre en su primer negro porque eso era lo que le gustaba a la gente, eso vendía”, relata Pérez Hansen. Desde luego, ahora es un revolucionario y su misión consiste en contrarrestar “todo ese aparataje que divulga medias verdades o silencia informaciones”, como prometió después de que el Presidente anunciara su designación como ministro de Comunicación en 2004.
SOCIALISMO ESTILO CNN
Aunque su padre, fue uno de los militares que acompañó al teniente coronel Hugo Chávez en el frustrado golpe del 4 de febrero de 1992, Andrés no estuvo vinculado con la política ni con el gobierno chavista hasta el 2002.
“Izarrita” –como suelen decirles amigos y detractores– trabajó en RCTV desde que volvió a Venezuela en 1999, luego de su divorcio. Antes se desempeñó en CNN como productor de noticias. En el canal de Bárcenas ocupó el cargo de productor del noticiero, y durante su gestión El Observador mostró con mayor énfasis las noticias de sucesos. Pérez Hansen cuenta que Izarra “era más lo que hablaba que el talento que exhibía se debía a haber aprendido en CNN; era un gran orgullo decirlo cuando allá no pasaba de ser un personaje secundario o terciario”
Pero su carrera de tres años en el primer canal de la televisión venezolana terminaría con su irrevocable renuncia a raíz de los sucesos de abril de 2002. Sobre esto, en una entrevista en TalCual el 27 de abril de 2004 Izarra explicó: “Renuncié porque en el canal se impuso una línea editorial que censuraba toda información relacionada con el chavismo. Se prohibió que apareciera en pantalla personero alguno del chavismo".
Bajo la premisa “te pliegas o te vas”, prefirió no respaldar tal línea editorial y anunciarle a todo el mundo que él no tenía nada que ver con lo que catalogó como “blackout informativo”. Esa salida de RCTV, Pérez Hansen la considera típica de un “vulgar oportunista” porque antes “hablaba pestes de la revolución, y luego de denunciar el blackout, se produce la reconciliación de su padre con la revolución y es así como Izarra entra al gobierno.”
Tras un breve regreso a CNN cubriendo el paro petrolero de ese mismo año, en el 2003 Izarra entraría a las filas de la revolución bolivariana. Su primer cargo como funcionario público: agregado de prensa de la embajada venezolana en Washington.
En ese momento, Izarra declaró que “después del paro, nuestra misión consistió en reconstruir la red de relaciones en el ámbito petrolero”. Y parece que lo hizo muy bien porque volvió para manejar la imagen internacional de Chávez en el Comando Maisanta y en el 2004 sería nombrado ministro de Comunicación, cargo que cada vez tomaría más relevancia en el gobierno a medida que el sistema de medios de comunicación se hacía imprescindible para el proyecto socialista. Un periodista simpatizante del gobierno que trabajó en VTV y prefiere mantener el anonimato ve en Andrés Izarra a un “egocéntrico, sectario, a donde llega lo hace con su grupo. Además, es muy doble discurso en su vida: critica a la burguesía y se corta el cabello cada semana en el Hotel Tamanaco”. Aunque reconoce “su capacidad muy brillante”.
Del ministerio, pasó a dirigir el canal Telesur en 2005 y luego tuvo otro breve paso por la cartera de Comunicación en 2008. Allí nace el mito como el ideólogo comunicacional de la revolución bolivariana porque en enero de 2007 en entrevista en El Nacional declara que el proyecto socialista necesita construir la hegemonía comunicacional “que permita la batalla ideológica y cultural para impulsar el socialismo”. El consiguiente cierre de RCTV y luego de las 34 emisoras de radio parece que se inscribe en esta estrategia, la cual, según el comunicador oficialista, la teoría de la hegemonía comunicacional “es una de las cosas más nefastas, es la versión estalinista, es algo con lo que tenemos que luchar, en una democracia eso no puede permitirse”. Algo demasiado serio para reirse.
EL CORTEJO DEL PODER
Una tarde Andrés Izarra fue invitado al programa Aló Ciudadano de Globovisión. Llegó recién perfumado. Y ese día, además de defender la posición del gobierno en materia comunicacional, se prendó de la “niña Isabel”, la periodista Isabel González.
Una productora del canal noticias relata que a Izarra, quien para ese entonces era ministro, y ya de novio, no le gustaba que la niña Isabel trabajara en Globovisión y en CNB.
La presionó para que renunciara. Y no podía ser de otra forma, comenta la productora “porque fue quien habló de hegemonía comunicacional, el que ha estado avalando las agresiones a los medios de comunicación social. Y como él ha estado detrás de esas agresiones, ¿cómo su novia y posterior esposa iba a trabajar en un canal al que no ocultó su deseo de cerrar”.
En junio del 2005, la niña Isabel renunció a Globo y a la radio, en los cuales se formó como periodista. Leyó una carta en Aló Ciudadano en la que afirmaba que su decisión era personal: “hay momentos en la vida en que hay que tomar decisiones muy difíciles, porque los sentimientos marcan un camino en la vida profesional (...) Pero hoy decidí que nadie sino yo tiene control sobre mi vida privada, y como mujer tengo derecho a decidir con quién elijo compartir mi vida."
A partir de ese día, Isabel González dejó de aparecer en los medios y se convirtió en la segunda esposa de Andrés Izarra.
Tal Cual Digital
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